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Capítulo 5 Solo se merece un trastero 
Estrella siguió a Luna con su maleta.

Luna iba vestida con delicadeza y caminaba con pasos cortos, y Estrella, con un raído uniforme escolar y tenía una postura desenfadada, como si hubiera venido solo para dar un paseo y no parecía avergonzada en absoluto.

Luna le echó un vistazo a su aspecto y se burló en su corazón: ¿Y qué si eres guapa? La elegancia no se adquiere aprendiendo. La basura es la basura, debería estar en el barro, ¡no merece estar en esta ciudad!

Luna hinchó el pecho y caminó más elegante para que Estrella se avergonzara de sí misma y no pudiera quedarse aquí.

Condujo a Estrella a pasar unas habitaciones ornamentadas, y finalmente, se detuvo al final del pasillo, echándola un vistazo de arriba abajo antes de empujar la puerta con fuerza.

El trastero aún no había sido desalojado con varios trastos amontonados al otro lado, y apenas cabía un catre escondido en el rincón. El entorno estaba iluminado más o menos, con un tenue polvo flotando en el aire.

Estrella, apoyada en la maleta, ni siquiera frunció su ceja al ver el desorden de la habitación, mirándola con brazos cruzados tranquilamente: Venga, Luna Sánchez, ya has hecho todo lo que quieres, ¿ esto es tu truco? Bueno, es un juego de niños.

Luna miró hacia dentro y luego hacia Estrella, pero no pareció surtir el efecto que esperaba: ¿Por qué Estrella está tan calmada? ¿Finge deliberadamente que no le importa nada? Y vio la postura de Estrella como si le importara un pimiento y se le apretó el pecho de mucha rabia: —Estrella, los cuartos están ocupados y no hay más sitio para ti, así que siento mucho que tengas que quedarte aquí.

—¿No hay habitación de invitados en casa? —La voz de Estrella era perezosa, su mirada escrutó en Luna por un momento, y luego se retiró.

Luna tenía las manos en la espalda con expresión como una niña ingenua, simpática y pura, pero sus palabras no eran muy agradables: —La habitación de invitados es para los invitados nobles, no es para gente corriente como tú, además, tú vienes del campo, si tienes alguna mala costumbre y la gente la ve, sería una vergüenza para papá.

Llegó a la conclusión de que Estrella acababa de regresar a la ciudad y no tenía otro lugar al que pudiera ir que la familia Sánchez. Aunque solo le dio un cuarto de trastero, Estrella tendría que estarle humildemente agradecida. Una chica orgullosa sin ningún poder ni influencia no era nadie en esta gran Ciudad Norte.

Además, la basura debería quedarse en la basura, ¿y quiso una habitación de invitados? Estrella no sabía cuál era su sitio, ¿se merece una habitación de invitados?

Levantando la barbilla, esperó a que Estrella entrara con sus cosas.

—Valeee... —Estrella soltó una larga sílaba y asintió e, inesperadamente, bajó las escaleras arrastrando su maleta.

Zared y Hada estaban abajo y tenían fruta en la mesa, eran cerezas redondas y de aspecto caro.

Estrella solo las miró antes de apartar los ojos y decirle sin rodeos a Zared: —Luna me ha dicho que no había más sitio para mí en casa, solamente un trastero, pero mi madre dijo que venía a la ciudad a vivir una buena vida contigo... ¿Es la llamada buena vida de la familia Sánchez? Entonces, no la acepto —dijo, cargando su maleta y dirigiéndose a la puerta, sin aspecto de estar bromeando en absoluto.

La cara de Zared cambió, si no fuera porque esta zorrita era útil para sí misma, ¡no habría ningún sito para ella en esta familia! Ahora no era el momento de romper la relación con ella, tenía que soportarla hasta que se había casado con la familia Burgos...

—Estrella, Luna es una niña que no sabe mucho, así que, tú como hermana mayor, no te lo tomes como algo personal con ella, te arreglaré un cuarto ahora mismo—Zared se detuvo apresuradamente delante de ella.

Hada también pretendió persuadirla afectadamente: —Ha sido mimada desde que era pequeña y no tiene sentido de las proporciones. Le encanta que tenga una hermana mayor, así que quiere ser traviesa, no te lo tomes en serio.

Era suficiente desalojar un trastero para esta chica vulgar del campo, si no fuera por el dinero, Hada la habría echado.

Estrella estaba acostumbrada a la hipocresía de los dos, y se limitó a ignorarla: —A menos que Luna Sánchez venga a pedirme que vuelva personalmente, no hay necesidad de continuar la conversación.

En cuanto las palabras salieron de su boca, Estrella abandonó la casa Sánchez llevando sus maletas sin mirar atrás.

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